El Señor se enamoró de vosotros y os eligió.  Deuteronomio 7, 6-11

 

Homilía en la Solemnidad del Sagrado Corazón.

El tercer gran misterio de la Pascua , la tercera solemnidad del Señor en el tiempo litúrgico  durante el año es el viernes siguiente al Corpus , el Sagrado Corazón de Jesús. Y si nos damos cuenta, hay una palabra que aparece por todas partes en la solemnidad en este ciclo A es la palabra “amor” partiendo de una afirmación preciosa y que nos puede parecer incluso atrevida en la primera lectura del libro del Deuteronomio. Dice Moisés : “el Señor se enamoró de vosotros”. Claro esto lo entendemos cada vez menos, pues es cada vez más un concepto más manoseado en la sociedad, pero vacío en su auténtico sentido. ¿Qué significa amar realmente? Amar es entregarlo todo a cambio de nada. El concepto humano del amor es dar porque se recibe, dar para recibir, querer para ser querido; pero el amor es otra cosa. Y Jesucristo ha manifestado con el signo de su corazón abierto por la lanza del soldado, lo cual ratifica que ha llegado hasta el extremo del amor que tiene por nosotros. Con ese gesto, Jesucristo ha querido dejar claro que él nos ha amado hasta el final, hasta lo último. Lo ha dado todo a cambio de nada. Porque en realidad somos nosotros los que por nuestros pecados somos la lanza que parte su corazón, igual que dice S. Francisco que somos nosotros los que lo hemos clavado en la cruz por nuestros pecados. Por eso la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús conecta directamente con el Viernes Santo. Contemplamos el corazón roto, sangrente por amor, que es el fruto de esa ratificación que hace el centuríon romano cuando Cristo ya ha muerto.

Y eso de una forma misteriosa sigue sucediendo constantemente. Es decir, constantemente el

Señor nos está diciendo – no con palabras sino con su presencia- que está enamorado de

nosotros, que no lo merecemos, que no respondemos, pero que él sigue obstinadamente

enamorado de nosotros. ¿Y eso como se manifiesta? Lo dice el libro del Deuteromio : “se

enamoró de vosotros y os eligió”. ¿por qué nos eligió? Por su gracia. No por méritos nuestros,

que no tenemos ninguno, pues lo que hacemos es pecar, estorbar la acción de Dios, quitarle el

sitio en nuestra vida, ocupar su trono. Cuando rezamos el “Yo confieso” lo decimos: que

pecamos mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión. Pero esto las más de las veces

cuando lo decimos no nos lo creemos, lo repetimos como el que repetía de pequeñito la tabla

de multiplicar, una cosa mecánica, automática. No, no, es mucho más hondo todo esto. Por

eso celebrar la Solemnidad del Sagrado Corazón es quedarse asombrado, pasmado, sin

palabras por el amor que Dios nos derrama. Si os habéis dado cuenta el texto de la primera

carta de San Juan es algo que está trasluciendo una realidad inefable , pues por mucho

que quiera expresar siempre se queda corto; es que conocer, tener trato personal con Dios

mismo, sin verlo – porque se nos revela en su Hijo Jesucristo-, esto es lo que habla Jesucristo en

el evangelio; por eso si nos damos cuenta hay una frase de este evangelio de la solemnidad

que es impresionante . Dice Jesucristo “aprended de mi que soy manso y humilde de corazón”

El sagrado Corazón de Jesús es manso y humilde. Y por eso nos da una muestra de lo que es el

descanso profundo de Jesús. Nosotros somos rebeldes y soberbios y por eso no descansamos.

En todos los ámbitos, en la fe, en el trabajo, en el ocio, en todo.. .vivimos realmente agotados

¿por qué? Porque carecemos de un corazón manso y humilde que es lo que el Señor nos

muestra. Cuando nos ponemos delante de una imagen del Corazón de Jesús y contemplamos

su corazón abierto tenemos que aprender cuantas cosas salen de ese corazón. Decían los

místicos que había que aplicar los labios a ese corazón y saciarnos de lo que brota de él. Pues

todo lo que brota son manifestaciones inagotables, inefables, indescriptibles del amor. Dios

Padre ha amado tanto al mundo que le ha entregado a su Hijo Único. Y la solemnidad de hoy

manando directamente del Viernes Santo, lo que hace es ratificar todo lo que hemos vivido;

por eso es el último destello de la Pascua. Las tres solemnidades del Señor, el último destello.

Hemos celebrado la Pascua, la cerramos con la venida del Espíritu Santo. El Espíritu Santo

cuando viene en Pentecostés nos enseña tres cosa fundamentalmente, y que son: las tres

solemnidades que celebramos. La primera que la obra celebrada durante la Pascua es de toda

la Trinidad. No nos ha salvado sólo el Hijo con la muerte, nos ha salvado el Padre y el Hijo y el

Espíritu santo. La salvación del mundo, la nueva creación, como dice el Catecismo que fue la

primera creación, es obra de toda la Trinidad. Segunda cosa que nos enseña el Espíritu Santo:

para permanecer insertos en ese Misterio Trinitario- que obra todo en todos- tenemos un

alimento, único, exclusivo, no nos vale otro: el Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo,

la segunda solemnidad del Señor que mana de la Pascua.  Y por último, por si dudamos de todo eso, por si pensamos que son cosas angelicales, en esta tercera solemnidad el Espíritu Santo nos muestra un corazón humano, de carne, partido por la lanza que ha empujado nuestros pecados. Es decir, un amor contra el cual no puede nada, ni nadie. Nosotros ciertamente en uso de la libertad que tenemos, recibida de Dios, podemos impedir que el amor de Dios llegue a nosotros, podemos impermeabilizarnos, blindarnos, pero no podemos impedir que Dios nos ame. Y por eso contemplando el corazón de Cristo abierto por amor tenemos que darnos cuenta de que la última baza que podemos siempre tener, en  cualquier circunstancia de nuestra vida es saber que Dios nos ama siempre, que esta frase del Deuteronomio: “El Señor se enamoró de vosotros” es algo que el Dios ha hecho de una vez y para siempre. Y lo ha hecho antes de crear el mundo. Es un misterio, antes de que Dios dijera : “hágase la luz”, estaba enamorado de todos los seres humanos del mundo y por eso mandó a su Hijo para rescatarnos del pecado y por eso mantiene la presencia del Hijo ante nosotros hasta que vuelva en plenitud sobre las nubes del cielo. Que esta solemnidad no sea para nosotros una especie de cosa sentimental, un poco ñoña, no dejemos el amor solo en el ámbito de los afectos, de los cariños, que no reduzcamos a un nivel demasiado humano, porque el corazón humano que contemplamos es al mismo tiempo el corazón de Dios. Este Cristo que nos muestra su corazón es verdaderamente hombre, pero también verdaderamente Dios y eso no es un obstáculo para nosotros, sino todo lo contrario una garantía, de que nosotros por el Bautismo , como dice el Vaticano II, participamos de esa naturaleza y por tanto tenemos capacidad sobrada, por pura gracia de dejarnos romper el corazón por amor. Como una cardiopatía que se rompe, que se infarta por amar, por sufrimientos, pues eso que es humano llevado a la enésima potencia es lo que estamos celebrando hoy. Como todos los misterios de la fe, no es un misterio para entender, es para vivir profundamente enraizados en él, para que ese misterio cada día de fruto en nosotros porque el Reino de Dios, como decía nuestro Señor Jesucristo, crece en nosotros sin que sepamos cómo, porque un árbol no sabe que crece, un animal no sabe que vive, pero nosotros sí, no somos seres vivos sino vivientes, conocemos la historia, la sabemos la podemos modificar, pero todo eso lo tenemos que aprender a hacerlo en el amor de Dios y contemplando ese amor aprenderemos a dar pasos atrás, aprenderemos en definitiva por ejemplo de Cristo la mansedumbre y humildad de corazón que nos lleva a no ser, a negarnos a nosotros mismos, porque aquí de lo que se trata, hermanos, es de que el Señor Jesucristo lo sea todo en todos. Para eso se ha dejado abrir el corazón, bebamos de esa fuente sagrada y no nos saciemos nunca hasta que ya no la necesitemos porque estemos para siempre en su presencia.

 

Pater Luis Miguel Muñoz . (15 de junio 2023 iglesia Monjas Dominicas de Segovia)
Sdo. Corazón