La Iglesia nos presenta en este mes  dos solemnidades que nos hablan de la alegría de decir “si” a la voluntad de Dios.

La primera nos la encontramos el día 19 en que celebramos a S. José. Y este año con un tinte especial ya que el Papa Francisco ha querido que durante todo el año le recordáramos con agradecimiento, que nos acercáramos a su conocimiento para descubrir cómo se junta en una misma persona “ser santo y carpintero” que reza un himno de la liturgia de las horas.

Hoy, ya nos encontramos celebrando la fiesta de la Solemnidad de la Encarnación del Hijo de Dios.

La Calenda con que se comienza este día dice así: “En un radiante día de primavera el más feliz que ha habido en la tierra…” Va narrando el anuncio de Gabriel a María diciéndole que de ella nacería la salvación del mundo. Tan solo se le pedía su asentimiento. “La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros”.

El sí de María a la plena realización de la voluntad de Dios, nos lleva a la meditación desde el amor, de este misterio. Es el sí al plan de Dios sobre Ella. Por eso también, es el modelo del “sí” que nosotros debemos pronunciar a Dios, que nos quiere santificar y salvar.  Tenemos pues el ejemplo en María de aceptación de la voluntad de Dios que ha de animar nuestra misión apostólica en la cooperación y apuesta por dar vida del mundo.

María dice Sí a Jesucristo y así en la Iglesia le abrimos las puertas de par en par para que entre en nosotros y nos dé su gracia.

Con María, decimos Sí al Espíritu Santo que causa en nosotros el perdón de los pecados, la vida sobrenatural y nos fortalece en el Bien.

Así como en la primavera comienza a regenerarse la naturaleza, el sí de María nos lleva a la alegría de la rehabilitación de la configuración de nuestra voluntad a la de Dios, contribuyendo a la alegría del anuncio de la buena noticia a los hombres.

Nuestro “si” ha de ser esperanza para los pueblos.

Anunciación