Reflexión sobre textos de S. Juan Pablo II
Entre los títulos atribuidos a la Virgen se encuentra el de fiel que dice san Juan Pablo II encierra un profundo significado y nos puede iluminar mucho acercarnos a él.
Significa en primer lugar: búsqueda, María buscó amorosamente la hondura de sentido que el designio de Dios tenía para ella y para el mundo ¿Cómo será eso? Preguntó al ángel. En el Antiguo Testamento esta búsqueda se expresa con el salmo: “buscar el rostro de Dios”, que tiene un extraordinario contenido espiritual, pues no puede haber fidelidad si no hay en la raíz esta ardiente, paciente y generosa búsqueda; si no anida en el corazón del hombre una pregunta para la cual sólo Dios tiene la respuesta, mejor dicho, de la cual sólo Dios es la respuesta.
2º acogida, aceptación al ¿cómo será eso? Sigue la confirmación: hágase, acepto. Es este el momento crucial de la fidelidad, momento en el cual el hombre se da cuenta de que jamás comprenderá totalmente el cómo, de que en el designio de Dios hay más zonas de misterio que de evidencias; de que por más que se esfuerce, nunca logrará entenderlo satisfactoriamente, es entonces cuando el hombre acoge el misterio le da cabida en so corazón y como María “conserva el recuerdo de todo eso, meditándolo en su interior”, es el momento en que el hombre se abandona al misterio con la disponibilidad de quien se abre para ser habitado por Alguien más grande que el propio corazón, el momento de la fe que es adhesión de todo el ser al misterio revelado.
3º coherencia a vivir de acuerdo con lo que se cree; ajustar la propia vida al objeto de la personal adhesión, aceptar incomprensiones, persecuciones, antes que permitir rupturas entre la fe y la vida. Esto es la coherencia, el núcleo más íntimo, tal vez, de la propia fidelidad. Toda fidelidad debe pasar por la prueba más exigente: la de la duración.
4º constancia, resulta fácil ser coherente un día, algunos días, lo importante y lo difícil serlo en la hora de la tribulación y sólo puede llamarse fidelidad la coherencia que dura la vida entera, el “hágase” de María en la Anunciación encuentra su plenitud en el “hágase” silencioso que repite al pie de la cruz.
Por esto María es la figura luminosa de la juventud, unida en toda su intensidad y belleza ante Dios, el eternamente joven…. Ella es joven en su virginidad: en cuanto virgen, se halla totalmente dispuesta a dejarse guiar por los caminos misteriosos del plan de salvación que el Señor preparó para ella; esta docilidad, esta apertura total a las sorpresas de Dios la hacen joven de la manera más bella, en efecto, es propio de los jóvenes estar abiertos al futuro, y por eso constituyen el terreno donde el mañana de Dios coloca sus raíces en el hoy de los hombres. María es también joven en su maternidad: en cuanto Madre, entrega gratuitamente lo que gratuitamente recibió: no se encierra en sí misma, no trata de guardar exclusivamente para sí el Don del Altísimo, sino que va prontamente a llevarlo a los demás, pues engendra al Hijo de Dios encarnado para redimir a toda la humanidad, esta gratuidad hecha prontitud, atención, ternura y gestos concretos, es el otro aspecto de la juventud de María, contemplándola a Ella aprendemos que es joven quien sabe comenzar a amar cada día de nuevo, quien no espera que los demás tomen la iniciativa, sino que se anticipa en el amor.
