Cristo resucitó de entre los muertos.
Con su muerte venció a la muerte.
A los muertos da la vida.
La Resurrección de Jesús ha cambiado el mundo, puesto que ya no todo termina con la muerte, la alegría y la esperanza se hacen realidad, lo mismo que la muerte no tiene dominio sobre Jesús,
Cristo resucitó de entre los muertos.
Con su muerte venció a la muerte.
A los muertos da la vida.
La Resurrección de Jesús ha cambiado el mundo, puesto que ya no todo termina con la muerte, la alegría y la esperanza se hacen realidad, lo mismo que la muerte no tiene dominio sobre Jesús,
tampoco lo tiene sobre los que creemos en Él. El acontecimiento de la Muerte y la Resurrección de Cristo es el corazón del cristianismo, el punto central que sostiene nuestra fe, el impulso poderoso de nuestra certeza, el viento fuerte que aleja todo miedo y toda inseguridad, toda duda y todo cálculo humano. Quien conoce la Pascua no puede desesperar, Jesús es Señor del mundo y de la historia porque todo fue creado por Él y para Él, como Señor del cosmos, Cristo glorificado permanece misteriosamente en la tierra, donde su reino está ya presente, como germen y comienzo, esta es la razón de que seamos convocadas, llamadas a vivir en comunidad no viviendo ya para nosotras sino para aquel que murió y resucitó por nosotras, arrastradas por Cristo al seno de la vida divina saboreamos los prodigios del mundo futuro. Estamos ya en la última hora aunque vemos que de manera imperfecta pues todavía no ha sido todo sometido, mientras no haya cielos nuevos y nueva tierra donde habite la justicia, estamos esperando la manifestación de los hijos de Dios y lo hacemos con súplicas y alabanzas anhelando el orden definitivo de amor y paz aguardando llegar a la plenitud de Cristo en la cual Dios será todo en todos, sabemos que nuestra vida tiene que acabar como la de Cristo en la muerte y no sabemos cómo será, aunque nos anima y estimula comprobar las muertes santas que cada vez experimentamos más cerca en tantas hermanas, familiares y amigos cercanos. Jesús no ha venido a juzgarnos sino a salvarnos, nuestra actitud respecto al prójimo: “cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis” será sencillamente la medida con que se nos salvará y nos sorprenderá tanto cuanto hemos hecho, como cuanto dejamos de hacer, por eso mientras tenemos tiempo, a pesar de los fracasos lo intentamos: “Donde no hay amor pon amor y sacarás amor” y lo que tenemos que sufrir y esperar lo hacemos con la paciencia del Amor, en el que creemos, buscamos, confiamos, anhelamos, hasta que por fin un día le Veamos. ¡Feliz Pascua!