Marzo, mes que suena a S. José y este año especialmente con la alegría de celebrar todo el año a este “silencioso Santo”.

Muy poco se nos dice en el evangelio sobre él: que llevó una vida simple, de sentido común, de sencillez, de silencio en respuesta total a la realización del proyecto de salvación de Dios.

Sí, al hablar de S. José es necesario hablar del silencio. Desde ahí él supo contemplar el misterio del plan de Dios, encontrar aquello que amaba. Solo desde el silencio amoroso es desde donde se puede contemplar el misterio más transcendente de la Redención, de un Dios que se ha hecho hombre como nosotros por amor.

De S. José podemos aprender algo: que ante las dificultades que pueden presentársenos, es posible mantener la confianza en Dios, al igual que él por la fe aceptó a María: “su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto”; también ser padre en la tierra, de Jesús: “Tenia Jesús, al comenzar, unos treinta años, y era según se creía hijo de José”. Padre amado por el pueblo; padre de ternura; padre de obediencia; padre de acogida; padre de valentía creativa; padre trabajador y por último padre en la sombra, pues fue para Jesús “la sombra del Padre celestial en la tierra: lo auxilia, lo protege, no se aparta jamás de su lado para seguir sus pasos”.

En la carta que el Papa Francisco ha escrito para todo el pueblo de Dios nos dice que:

“En cada una de estas realidades está siempre presente el Niño y su Madre”.

  1. José, santo del silencio, de la humildad, intercede por nosotros.
ser santo y carpintero